⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Inconscientemente apreté un poco más, molesta por la sensación, y el crayón se partió por la mitad.
—Ah.
Bueno, debería dibujar con más cuidado. Dejé a un lado el trozo roto del crayón y seguí coloreando con la pieza más grande. Dibujé las hojas con un verde oscuro y otro más claro. Luego dibujé a mamá, a mí, a mi tío y a mi abuelo. Cuando terminé, el dibujo quedó bastante bien.
¡Vaya, creo que dibujo bastante bien!
Llenándome de confianza, llamé a mi tío, que estaba sentado en la silla de su escritorio.
—Tío, mira.
—No estoy.
—…
Ni siquiera había empezado a hablar.
Fruncí el ceño, apretando los labios, pero luego me reí para mis adentros. ¡Si dice que no está, pues no está!
—Tío, entonces no estás, ¿verdad?
—Estoy… oye.
Mi tío, que había estado con los ojos cerrados, los abrió irritado. Aproveché la oportunidad para mostrarle con entusiasmo mi enorme hoja de papel.
—Tío, ¿quieres que te dibuje? ¡Mira, soy buenísima dibujando!
—No.
Me reí con satisfacción ante su respuesta, lo que hizo que él frunciera el ceño aún más.
—Dije que no, ¿por qué te ríes?
—¡Mamá me dijo que tú dices lo contrario de lo que piensas, así que puedo entenderlo al revés!
—… Toda la madre y la hija, las dos iguales.
—¡Voy a dibujarte de todos modos!
—Haz lo que quieras.
Lo llamé varias veces después de eso, pero no me respondió. Dibujé a la familia, a mi tío, a mamá y a mí juntas, luego a mi tío y a mí. Después de tanto dibujar, me dolían los brazos y ya no era divertido.
De repente, me di cuenta de que aquella sensación de ser observada probablemente había sido una ilusión. Mi tío seguía con los ojos cerrados. Parecía que no estaba dormido, solo con los ojos cerrados.
Dejé el crayón, que ya casi estaba gastado, y me acerqué a mi tío para echar un vistazo.
—¿Tío, estás dormido?
—Sí.
—Tío, si no estás dormido, juega conmigo. Ya terminé de dibujar.
Seguí rondando a su alrededor, insistiendo.
—Estoy ocupado —dijo con un tono despreocupado, aunque seguía con las piernas cruzadas sobre el escritorio, las manos entrelazadas sobre el estómago y los ojos cerrados.
—Hace un momento no estabas ocupado.
—Ahora sí lo estoy.
Hablaba sin siquiera abrir los ojos.
—Mentira…
No podía ser que de repente estuviera ocupado si había estado en esa misma posición todo el rato, sin ni siquiera mirar los montones de papeles apilados a su lado. Seguí insistiendo, aferrándome a él. Finalmente, después de un buen rato, reaccionó.
—Está bien.
—¿De verdad?
Estaba tan emocionada que casi salté de alegría mientras tiraba de su brazo.
—¿Qué tal si jugamos a ser cadáveres?
Mi tío, que había estado inmóvil con los ojos cerrados todo el tiempo, abrió uno ligeramente y me miró.
—¿Cómo se juega a eso? ¿Es algo… aterrador?
¿A quién se le ocurre un juego con un nombre tan espeluznante?
—No, es divertido.
Mi tío sonrió de manera traviesa.
Si dice que es divertido, ¡entonces no puedo resistirme!
—¿Qué tengo que hacer? ¡Quiero jugar!
—Gana quien finja estar muerto mejor. Te dejaré empezar, así que ve y finge estar muerta.
Un juego de fingir estar muerto… Nunca había jugado a eso, ni siquiera con mamá.
—Uuum…
Me puse a pensar en cuál sería la mejor postura para vencer a mi tío.
—Si no quieres jugar, olvídalo. Uno, dos, tres…
—¡No, no! ¿Puedo acostarme y fingir estar muerta? ¿Solo tengo que quedarme quieta?
Rápidamente lo detuve, corriendo hacia la gruesa alfombra y sentándome en ella. Luego, apresuradamente recogí mis hojas de papel.
—Haz lo que quieras. Si no te mueves hasta que te llame, ganarás y te daré un premio.
—¿De verdad?
—Sí. Solo respira, pero no te muevas hasta que te llame, ¿entendido?
—¡Sí!
Aunque su amabilidad repentina me resultaba sospechosa, me apresuré a acostarme boca arriba, temiendo que cambiara de opinión. Desde mi posición, solo podía ver el techo, sin el rostro de mi tío.
¿Qué le pediré como premio? ¿Debería decirle que mañana comamos juntos? O quizás que salgamos a comprar flores. ¡O podríamos ir de paseo los tres con el abuelo! Quiero hacer las tres cosas…
—Cierra los ojos. Empieza.
—Ah, ¡sí!
¿Cómo lo supo? Cerré los ojos bien fuerte, ya que había estado parpadeando.
¿Cuánto tiempo tendría que pasar para ganarle a mi tío? Con esto seguro que me dormiré. Aunque estaba en la postura más cómoda, sentía como si mi cuerpo estuviera inquieto. Pero, por alguna razón, el entorno se volvía cada vez más silencioso…
Escuché el sonido de una silla chirriando.
Contuve la respiración para que mi tío no me descubriera.
No sé cuánto tiempo pasó, pero después escuché un sonido sordo y los pasos de mi tío alejándose.
⊱ ──────ஓ๑♡๑ஓ ────── ⊰
—¡Ah!
¡Mamá! ¡Creo que me quedé dormida!
Miré de reojo hacia el escritorio de mi tío, pero no lo veía desde el suelo donde estaba acostada. Algo se sentía extraño, como si me hubiera quedado sola en la habitación.
Tomé un poco de valor y moví la cabeza de un lado a otro.
—¡Ah!
Mi tío no estaba.
Parecía que había desaparecido hacía rato.
¡Me dejó sola! ¡Me engañó!
Yo, cuando juego con mi tío, al menos trato de ser un poco justa.
—Mi tío es un verdadero tonto.
Resoplé molesta, sacudí mi falda y me levanté.
Caminé hasta la puerta, pero me detuve.
—Aun así, debería dejarle el dibujo.
Volví y recogí las hojas que estaban esparcidas por el suelo. Las coloqué de manera que quedaran bien visibles en el escritorio de mi tío, justo entre la taza de té a medio beber y la pila de papeles.
—Si lo tira, me voy a enojar de verdad.
Con las manos en la cintura, fruncí el ceño mirando la pila de papeles que era más alta que yo.
—¿Por qué mamá y mi tío tienen tanto trabajo?
Sería genial si todos esos papeles desaparecieran.
Mientras miraba de reojo, jugueteé con los documentos y noté un montón de sobres apilados al lado.
Algunos sobres ya habían sido abiertos, pero otros no.
Si ayudara un poco, tal vez reduciría el trabajo de mi tío.
Si leo las cartas por él y le transmito el contenido, seguro que le agradará. A mamá le gusta cuando la ayudo mientras trabaja.
¿O mejor no debería tocar nada? No sé cómo reaccionará mi tío…
—Bueno, solo arreglaré los sobres que sobresalen un poco…
—Quieta ahí.
Justo cuando me inclinaba para arreglar unos sobres que sobresalían, apareció mi tío.
Me quedé congelada con el brazo extendido.
Vi un sobre que tenía mi nombre, Aika, escrito en él.
¿Eh? ¡Es una carta para mí!
Después de tres segundos de silencio, dejé de pensar por un momento y giré la cabeza, mirando a mi tío con una mueca.
—¡Tío, eres un mentiroso!
—Me atrapaste.
Mi tío, con una mano metida en el bolsillo del pantalón, se acercó rápidamente y me levantó, alejándome del escritorio.
—¡Espera un momento…!
¡Tenía una carta para mí!
—¡Cuando yo era el tío, te dejé ganar un poco!
—¿Quieres volver a intentarlo?
—Ah, no. Pero de verdad, tío, ¡eres malo!
Retrocedí poco a poco, acercándome de nuevo al escritorio sin hacer ruido.
—En ese caso, deberías volver a casa con los ancianos. Ve y diles que tu tío es tan malo que no puedes vivir con él para siempre. Oye, ¿por qué te acercas de nuevo?
—Noooo. No voy a hacer nada malo.
Negué con la cabeza y me quedé pegada a su lado.
Por suerte, no me levantó otra vez.
—Ya veremos.
—Tío, ¿no tienes que leer también las cartas?
—Sí, así que deja de molestar y vete.
—No te molestaré.
Mi tío me miró fijamente, levantando una ceja, y luego suspiró, apartando la mirada.
—Haz lo que quieras. Pero en cuanto me molestes, te echo.
—Mmhm. Pero, tío, hay algo…
—Ssshhh…
—¡Ugh! Solo quiero ver la carta que es para mí…
—¿Por qué recibirías una carta?
—¡Porque llegó! Ahí dice Aika. ¡Es del palacio!
Señalé el sobre que sobresalía.
La expresión de mi tío se endureció aún más.
—¿Y cómo sabes que es del palacio?
—¡Por el sello con el león! Mamá me lo enseñó. También conozco los escudos de otras familias.
—¿Conoces los escudos?
—Sí. Y las enredaderas…
Tok tok.
—Señor, soy Gerard.
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