⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Le pregunté a Gerard con calma, ya que su comportamiento me parecía sospechoso.
( Ah, bueno, tengo algo que darle, señorita… Ah, aquí está. Aquí lo tiene, señorita. )
Dijo mientras sacaba una insignia que llevaba en el interior de su uniforme.
Era una insignia con el emblema de la familia Léguiore.
( … )
( Hm-hm, tenía pensado contárselo solo a usted, señorita. Parece que pronto seré asignado como su guardaespaldas. )
Repitiendo lo que Zenda había mencionado antes.
Gerard tenía tantos enemigos peligrosos como mi tío, y pensé que sería difícil para él, pero ¿ya lo habían decidido?
De todas formas, eso no era lo importante en ese momento.
( … )
( Pronto vendré a saludarle oficialmente con esta insignia puesta, como su caballero guardaespaldas, no solo como Gerard. )
Tomé la insignia que me ofrecía Gerard, pero luego se la devolví.
( Gerard. )
( ¿Sí? )
( Tú ya tenías esto, aunque no fueras mi guardaespaldas. )
( ¿Qué? )
( Esta es la misma insignia que ya llevabas antes. )
Gerard es un tonto. Parece que había olvidado por completo que me mostró esa insignia el día que nos conocimos. Incluso le había dicho en esa ocasión que yo también quería una.
Sentí una mezcla de desilusión y la certeza de que Gerard me estaba mintiendo.
( Ah, señorita, ¿de verdad? )
Gerard estaba visiblemente nervioso.
( Mi tío está aquí, ¿verdad? )
( … )
Los ojos de Gerard se movieron rápidamente hacia los lados, como cuando trato de evitar la mirada penetrante de mi tío.
( Mi tío está en casa ahora, ¿no? )
Gerard soltó un suspiro.
( Sí, señorita. Es cierto que ha llegado, pero… )
( … )
( Está muy cansado hoy, así que no podrá saludarla. Me envió en su lugar. ¿Qué le parece si mañana por la mañana lo saluda? )
Gerard estaba sudando, tratando de convencerme.
( ¡Gerard, eres malo! )
Sin decir más, me di la vuelta y corrí hacia el despacho de mi tío. No podía estar en su habitación en el segundo piso, así que debía estar allí.
Llegué jadeando al despacho, cuya puerta estaba entreabierta. Pude ver a mi tío sentado de espaldas en un sofá.
—¿Lograste esconderla de Cacahuate? Asegúrate de que no baje al primer piso hoy.
—…
Mi tío hablaba sin volverse, pensando que era Gerard. Llevaba la parte superior del cuerpo desnuda y tenía vendada el hombro izquierdo y parte del brazo. A un lado, había una toalla empapada en lo que parecía ser sangre.
Las heridas de mi tío eran exactamente las que Ser me mostró tiempo después. Aunque sabía que solo había sido un roce con una espada, también sabía que la otra persona había sufrido mucho más.
Lo importante era que mi tío estaba herido y en peligro.
—Tráeme otra venda…
Mi tío se detuvo al ver que estaba hablando con irritación mientras intentaba ajustar la venda. Se giró y nuestras miradas se encontraron.
—…
—…
En sus ojos se reflejó una expresión de frustración, mientras que yo, al verlo, rompí a llorar de inmediato.
—¡Waaa, tío!
Corrí hacia él y lo abracé.
—¿Por qué has bajado? —dijo con una voz sombría desde arriba de mi cabeza.
—Gerard intentó detenerme para que no viniera, ¡waaa!
—Sube a tu habitación.
Su voz era tan intimidante que retrocedí un poco, asustada. Pero, a pesar del tono helado que usaba, reuní el valor para sujetar su brazo.
—¡No! ¡Estás herido, tío!
—¿Y qué ganas con ver esto? Sube ya.
Mi tío me amenazó con su voz severa, pero yo seguí agarrando su brazo, quedándome allí, llorando a todo pulmón.
¡Había sangre en su brazo!
Aunque su hombro y el brazo estaban envueltos en vendas, la sangre se filtraba a través de ellas. Ser era realmente malvado por no decirme nada de esto.
—Waaa.
Lloré con fuerza en ese momento, y mi tío, que estaba intentando intimidarme, se quedó en silencio. Aunque no podía verlo bien debido a las lágrimas, vi que me miraba con los ojos muy abiertos, sorprendido.
Al ver la sangre, mis lágrimas brotaron aún más.
No sé por qué estaba llorando tanto, tal vez porque estaba muy preocupada. Incluso si hubiera sido mi abuelo el herido, habría llorado igual.
Mi tío, tras un largo suspiro, dejó de empujarme y movió ligeramente la mano, haciéndome señas.
—Ven aquí.
Entre lágrimas, me acerqué lentamente a él, limpiándome los ojos.
Mi tío limpió mis lágrimas con su mano grande.
—… Cacahuate, cualquiera pensaría que estoy en mi lecho de muerte al verte llorar así. Deja de llorar —dijo con un suspiro profundo, como si esto no fuera gran cosa.
A pesar de que había dejado de vendarse por mi culpa, las lágrimas no dejaban de caer.
—¡Waa, tío, no quiero que te duela…!
—Te dije que no me duele. Cacahuate, ¿tú no te caes nunca?
—¡Waa, esto no es como caerse! Te lastimaste con una espada, ¿verdad? ¡Lo sé, es cierto, waa!
Nunca antes había visto una herida así. ¡Mamá nunca había estado herida de esta manera!
Aunque la herida no parecía tan grande, a mis ojos, con toda esa sangre, se veía grave. Mi tío, sin embargo, actuaba como si solo se hubiera golpeado en algún sitio, y eso me dolía aún más. Sentía que podría haberlo protegido.
Me aferré más fuerte a su cintura, sollozando. Sin embargo, el cuerpo de mi tío era tan duro como una roca, no tan suave y acogedor como el de mamá. Aunque, bueno, eso no era lo importante ahora.
—Te acabas de sonar la nariz, ¿verdad?
—¡No, no es verdad! —dije, aunque en realidad casi lo había hecho y rápidamente me limpié la nariz.
—No puedo ni salir herido en paz.
—¡No digas que te vas a lastimar!
—Está bien, está bien —respondió, levantándome como si no pesara nada.
—T-tío, ¡tu herida! —exclamé, preocupada de que su herida empeorara.
—Entonces deja de llorar. Basta —me dijo, mientras me sentaba en su regazo y con el dedo me limpiaba bruscamente las lágrimas de las mejillas.
Sus gestos eran toscos, pero no dijo nada sobre las lágrimas ni el moco que ensuciaba su mano, aunque seguro debía resultarle desagradable.
—… Ok —intenté contener el llanto cerrando los ojos, pero otra oleada de lágrimas estaba a punto de brotar, así que apreté los labios para evitarlo.
Mi tío suspiró profundamente y con una mano enorme me empujó suavemente la cabeza contra su pecho. Tan pronto como mi cara tocó su hombro vendado, las lágrimas volvieron a salir.
—Tío, no quiero que te duela…
—Ya lo entendí, deja de llorar o vas a acabar pareciendo un pez globo —dijo mientras acariciaba mi cabeza sin parar.
—No voy a llorar más, sniff —dije, sintiendo un poco de alivio con el calor de su mano, aunque seguía sollozando y aferrándome más fuerte a él.
De repente, la puerta chirrió y alguien entró en la habitación. Giré rápidamente la cabeza, pensando que sería Gerard, pero era un desconocido.
Era un hombre alto, como mi tío, con cabello rubio claro, casi como un limón. Llevaba pantalones grises oscuros, una camisa blanca y un chaleco negro. A diferencia de mi tío, que tenía el pelo peinado hacia atrás, este hombre tenía un flequillo prolijamente caído. Sus ojos, con una expresión naturalmente sonriente, lo hacían parecer amigable, y cuando me vio, sonrió con curiosidad.
No lo había visto nunca antes, pero de alguna manera me resultaba vagamente familiar.
—¿Quién eres? —pregunté entre sollozos y con la voz entrecortada.
El hombre movió las fosas nasales y los labios, claramente entretenido con mi estado. Parecía tener una edad similar a la de mi tío, pero no recordaba haberlo visto antes. ¿Dónde lo había visto? Lo miré a él y a mi tío alternativamente, aún entre sollozos.
—… ¿Esta es tu sobrina? —preguntó, sorprendido, mirando a mi tío.
—Soy Aika de Valiart, y sí, soy su sobrina —respondí rápidamente, ya que mi tío no lo hacía.
Hasta mi tío parecía asombrado de que respondiera en medio de mis lágrimas.
—Vaya, tú de verdad… —dijo el hombre, sacudiendo la cabeza con incredulidad mientras me miraba.
¿Qué le pasa? Lo miré con recelo mientras me limpiaba la nariz.
—… ¿Quién eres? —insistí.
¿Quién eres realmente?
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